Parte de los viajes, de los buenos viajes, consiste en conocer la literatura, las librerías, lo que se escribe en los lugares que uno visita. Supe de Eduardo Halfon en una librería de Antigua, Guatemala. No sabía nada acerca de él. Sin embargo, mi amiga Juliana ya lo había referenciado y recomendó leerlo. Lo primero que me sorprendió es que estuviera publicado por Libros del Asteroide y que tuviera una producción tan amplia y conocida, incluso, en su país de origen.
Comencé a leer este libro titulado Un hijo cualquiera (2022) creyendo que era una novela. Créanme, no tuve la precaución de leer la contratapa, ni las reseñas. Tuvo que pasar la lectura de aproximadamente treinta páginas para darme cuenta de que lo que estaba leyendo no era una novela, sino un conjunto de artículos escritos por el autor en distintos momentos de su vida y sobre temas muy diversos. Aunque, según luego leí en la contratapa, el título, es decir, Un hijo cualquiera, alude a cierta unidad que se le quiere dar al libro en torno al tema de la paternidad, los artículos de Eduardo Halfon tienen la característica de estar entre lo ensayístico, muy literario, lo periodístico y testimonial. Habrá lectores que se empeñen en llamar esto no-ficción. Vale decir que se trata de textos con un alto contenido autobiográfico y que permiten que el lector conozca la historia reciente de Guatemala, en lo que tiene que ver con la violencia del Estado durante los años ochenta y noventa del siglo XX: el exilio de muchas personas (entre ellas el autor y su familia), las masacres de campesinos e indígenas, las desapariciones… en todo caso, un relato sobre la violencia, sobre la guerra, muy similar al de otros países latinoamericanos, entre ellos el nuestro, Colombia.
Ahora pienso que esta adscripción que hice de este conjunto de textos al género de la novela no es casual. Los artículos están construidos en una forma predominantemente narrativa. Todo el tiempo está la presencia de una voz autobiográfica. El autor introduce diálogos, anécdotas, citas, datos históricos, personajes y testimonios que llevan a pensar que, efectivamente, se trata de un texto cuyo conjunto podría ser algo más grande, como una novela, un reportaje, tal vez una autobiografía. Pero nada de eso pasa. El libro no es de ninguna manera novela ni reportaje ni autobiografía, tampoco se trata de un documento histórico. El libro es un conjunto de artículos escritos por el autor en distintos momentos de su vida y a partir del cual podemos conocer cómo él sale de Guatemala a raíz del difícil orden público en los años ochenta, cómo regresa, también conocemos la que podemos considerar la biografía lectora de Halfon, conocemos de su relación con el padre, de su propia percepción de la paternidad (un tema poco frecuentado), su perspectiva de asuntos como el suicidio y su manera de entender el proceso de la creación literaria.
De todo el conjunto me quedo con tres artículos, para mí fueron los preferidos: “Historia de mis agujas”, en el que Halfon narra el momento en que decide dedicarse a la literatura; “La puerta abierta”, donde el autor reflexiona con lucidez sobre el suicidio a raíz de la muerte de un amigo suyo; y “Beni” que, si bien parte del día en que Halfon va a resolver su situación militar, evoca una imagen perturbadora de los años más crudos de la violencia en Guatemala: una masacre perpetrada por los kaibiles pertenecientes a las fuerzas militares. Nada extraño a relatos nuestros tan tristemente célebres como los de los falsos positivos.
En el artículo titulado “La puerta abierta”, Halfon dice: “Soy, somos, un suicidio en ciernes. Estamos todos a una o dos o quizás tres desgracias -la muerte de un ser querido, el deterioro físico o mental, la depresión o enfermedad, el dolor crónico, las deudas, la esclavitud u opresión- de sentirnos tentados por esa puerta abierta, por esa espada, por esas pastillas celestes en el botiquín del baño, por ese árbol. ¿Cuánto humo es, para mí, ya demasiado humo? Solo hay un problema filosófico verdaderamente serio, escribió Camus. Y es que al final, escribió Camus, uno necesita más coraje para vivir que para quitarse la vida” (p.34).
Considero que no se trata de una obra fundamental sino complementaria dentro del conjunto de libros escritos por Eduardo Halfon. Complementario, es decir, como esos textos que uno busca sobre autores que aprecia y en los que espera encontrar respuestas a las motivaciones por las que escribe, lo que piensa respecto de su contexto de escritura, pero también sobre lo más coyuntural; sus percepciones que, en todo caso, pueden iluminar la lectura de su obra. En este, particularmente, creo que es revelador lo que el autor escribe sobre su relación con la lectura y la escritura, sobre el encuentro, podríamos decir tardío, con la lectura y la escritura literarias (antes, Halfon estudió ingeniería), sobre su formación sentimental en todo caso: la vida en París, en los Estados Unidos, en Bélgica y Ciudad de Guatemala. Sin duda, allí hay claves que pueden ayudar a comprender otras historias de este autor y la situación de su escritura.
Finalmente, pienso que son muy importantes estos textos en los que el autor revela tanto de su pensamiento. Como lectores tenemos una especie de fetiche con eso que no se dice directamente en las obras literarias pero que puede decirse con más sinceridad, más soltura, en formas como estas, autobiográficas. Creo también que esos artículos aclaran, hacen más transparente, la dimensión ideológica o política de toda escritura, puesto que nos enfrentamos ahí a una reflexión acerca de las funciones que un escritor, en este caso Eduardo Halfon, encuentra o le atribuye a su propia escritura en lo personal y en un momento crucial de la historia de Centroamérica.
¡Vida eterna al blog!
ResponderEliminarTodo parece indicar que no será eterno el blog. Pero aquí seguimos, con el entusiasmo de los blogs clásicos de hace diez años. Gracias por visitar la parroquia.
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