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¿Para qué un desfile de mitos y leyendas hoy?

Una mujer de casi ochenta años estuvo de pie, al lado mío, durante las casi dos horas que duró el paso del desfile en la tarde de ayer. La acompañaba su nieta, de unos treinta, y un nieto, de máximo seis. Presencié el desfile al lado de tres generaciones. Quiero decir que lo más bello del desfile transcurre entre los cientos de personas que se asoman a la calle, a la esquina, a los balcones, a las puertas y ventanas para ver lo que vemos cada año, aunque con la expectativa de la primera vez. Hay quienes todavía se asustan con las máscaras y gritos de los personajes disfrazados, también están los que critican (como yo), los que se conmueven y evocan (también como yo) otros desfiles de otros tiempos, y quienes a pesar de los cambios inevitables creemos que en el desfile anual de mitos y leyendas del pueblo está nuestra historia, nuestra memoria, nuestros malestares y contradicciones, en fin, lo que hemos sido, lo que somos y lo que queremos ser.   


Mientras veía pasar pancartas, carrozas, comparsas, grupos musicales buenos y malos, disfraces hermosos y atuendos alquilados más para el regodeo del ego, ajenos al propósito del desfile (lo que les imprime un sello inconfundible de mal gusto), mientras veía pasar todo eso, digo, pensaba en las razones que han mantenido una actividad como esa durante tantos años en el municipio. Mi niñez, mi juventud y ahora mi adultez están asociadas a recuerdos que tengo de este desfile; estoy seguro de que esta es la situación de muchos otros amagaseños y amagaseñas. Así el desfile actual nos resulte por momentos insulso, no dejamos de reconocer que algo, la memoria, está amarrada a ese encuentro anual de historias y personajes. 


Y creo que, haciendo honor a su nombre, el desfile podría ser más responsable con eso que recordamos y esperamos que nosotros y los más pequeños recuerden. Díganme cansón (saben que me tiene sin cuidado), pero no hay nada qué recordar respecto de los vikingos en un territorio como el nuestro. A mis abuelos, a mis padres, no fueron los vikingos los que les dieron una explicación sobre la muerte, sobre el origen de la vida, sobre el pecado y la culpa, sobre el castigo; en cambio, sí lo hicieron la Madre monte, la Llorona, el Hojarasquín del monte, el mismo Diablo y el Ánima sola... Los pitufos son una leyenda para quienes los veíamos en la televisión de los 80 y 90 del siglo pasado, leyenda en el sentido actual que se le ha atribuido a esa palabra, no en sentido estricto. Porque, quizá, haya que volver a lo que significan las palabras con el propósito de hacer curaduría de los “contenidos” que propone el desfile.     

Desfile de Mitos y leyendas, Amagá, 2001


Se ha definido el mito como una historia fantástica que narra las acciones de los dioses y héroes de la antigüedad. En oposición a logos la palabra mito designa el relato tradicional, fabuloso y acaso engañador en contraste con el relato razonado y objetivo. Esta es, digamos la mirada occidental y logocéntrica del fenómeno. El mito, decía Platón, puede encubrir alegóricamente verdades que están más allá de lo comprensible mediante el logos (Ver Etimologías de Chile, Mito). Es este punto el que nos interesa: los mitos constituyen una creencia, una explicación a algo que no es posible comprender por la vía racional. Quizás sea este el motivo por el que haya tantos mitos relacionados con el origen de la vida y de la humanidad; en esta gama tan amplia de explicaciones míticas, la de Adán y Eva es solo una de las más conocidas en la tradición occidental. Las culturas precolombinas, por ejemplo, tienen versiones distintas, explicaciones y comprensiones distintas sobre su origen, es decir, tienen mitos que responden a la pregunta de dónde venimos nosotros y todo lo que nos rodea. 


En cuanto a la leyenda, se dice que en la Edad Media se llamaba leyenda a las vidas de los santos (sin duda, en una perspectiva distinta de la actual hagiografía), es decir, hechos en los que coincidían motivos históricos y maravillosos: esa acepción de la palabra ha llegado hasta nuestros días: las leyendas pueden comprenderse como “relaciones de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos” (Soca, 2021, p. 303). Las leyendas transmiten valores y tienen una función moralizante; generalmente plantean la infracción de una norma y el correspondiente castigo, entonces se les atribuye una función educativa. Mi abuela Belarmina decía, por ejemplo, que el carro fantasma se aparecía por la vía que va al cementerio, pero solo a las personas que trasnochaban, se emborrachaban y andaban a altas horas de la noche fuera de sus hogares. 


El niño de máximo seis años que vio el desfile a mi lado reconoció a metros al Gato con botas en la versión que ha popularizado Dream Works Animation; la señora casi octagenaria hizo un esfuerzo para reconocer en el desfile los mitos y leyendas que habitan en su memoria. La madre tomó muchas fotos desde su celular y la vi muy interesada en las minifaldas rojas de las jóvenes disfrazadas de diablas (¡Todo un derroche de creatividad!). 


¿Qué vamos a recordar del desfile de ayer? ¿Qué preguntas nos hicieron las pocas comparsas que nos plantearon preguntas? ¿Qué nos está explicando, a qué preguntas intenta responder una manifestación artística tan importante para nosotros como el desfile de mitos y leyendas? Una vez salió de escena el último vikingo, nos quedaron estas inquietudes. Para eso, también, debe servirnos el arte.  


 


A la memoria de Alejo, nuestro amigo. 

Comentarios

  1. Lea, está súper bueno este aporte, personalmente pienso q si se ha perdido mucho el fin de este desfile, ya muchos lo toman también como manera de exhibirse, dejando un poco de lado la verdadera esencia , q es mostrar lo q somos, lo q nos enseñaron a creer y a temer, lo q nos permite imaginar. Pero hay algunos q si resaltan este fin. Me encanta cuando salen los niños representando cuentos q ojala si hayan podido escuchar o leer y como la gente espera hasta q pase el último y comience la críticadera. jajaja q también es buena.
    En mitos y leyendas hace unos años recuerdo q salimos en tremenda comparsa con la chirimia y obvio Alejo con su quena dándola toda con su inolvidable alegría. Que fiesta.

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