Era 1975. En este libro de poemas ya estaban prefigurados la literatura, el cine, la pintura y hasta la música de Medellín en los siguientes cuarenta años. Aparece casi todo en esa poesía; contextos y situaciones que recreó el cine de los 1980, personajes que se convirtieron en tipos en la novela de los 1990, incluso el dialecto que creyeron descubrir los académicos del fin del siglo XX antioqueño ya estaba cristalizado, consolidado, poetizado en la obra de Helí Ramírez.
El título, La ausencia del descanso, remite a cansancio ¿Cansancio de qué?, nos preguntamos. Ahora bien, cuando no hay descanso ¿qué ocupa su lugar? Quizá la desesperación, la zozobra que aparece sugerida en varios poemas (“El corazón pasa con un fierro”), la muerte y la violencia que se expresan en la forma de sinécdoques como “cenizas” y “fierro”. Esta ausencia de descanso es, por extensión, falta de tranquilidad, de sosiego, la presencia cada vez más certera de la muerte, del hampa, y la configuración de lo urbano en Medellín que, más allá de la industrialización, la urbanización, la expansión del capitalismo, tiene como triste distintivo todas las manifestaciones del crimen derivadas del narcotráfico y la desigualdad.
Le dije a alguien que en la poesía de Helí Ramírez, en este libro suyo que es el primero que leo, explotan sentidos por todas partes; en las palabras, las disposiciones de las grafías, en los silencios y sonoridades, en la ortografía y las puntuaciones. Cada elemento sugiere, evoca, cuestiona, provoca, desafía. En estos poemas las palabras aparecen agrupadas, aisladas, divididas, agredidas, exaltadas, siempre puestas allí como con pinzas, aunque lo que las pinzas sostienen y manipulan duele, sangra, llora, conmueve. La disposición de palabras y versos en la página recuerda la fisonomía del barrio, su arquitectura sin arquitectura, aunque armónica, y remite todo el tiempo a ese espacio; los buses o el papel globo llegan a ser objetos “poetizables”. No solo es el barrio que se transforma y empieza a cambiar su apariencia con la irrupción de los edificios, sino también el centro de la ciudad; lo que produce en el poeta el gentío, la premura, la percepción del tiempo que no alcanza.
Medellín se hace personaje, aparece personificada; es, al mismo tiempo, protagonista, antagonista y telón de fondo. Esta es, quizás, una de las perspectivas que más se ha explorado en la obra de Ramírez, de lo cual puede ser un ejemplo el artículo “Poesía y violencia urbana en Colombia (1975-1990): una mirada a Helí Ramírez y Mery Yolanda Sánchez” de Juan Esteban Villegas Restrepo (2020). Ahora bien, ¿Qué sería de esos poemas sin Medellín, sin el barrio? Quizá un estilo, un código tan personal como restringido. No estoy muy seguro de que la lengua de Ramírez funcione tan bien para referir un universo distinto al de las comunas de la capital antioqueña. Sé que mi inquietud es grave y puede generar resistencia ya que compromete uno de los esencialismos que el público se empeña en imponer a la poesía: la llamada universalidad ¿Qué tan universal es la escritura, no la lengua, de Ramírez?
Ni mi interés ni mi dominio me obligan a responder esa pregunta. Universal o no, la poesía de Helí Ramírez fascina y, al mismo tiempo, nos arroja al desencuentro. Leerla puede resultar paradoja u oxímoron, porque conmueve y repele, acerca en la medida que aleja, o hace de lo familiar algo extraño a lo que finalmente nos plegamos. En todo caso, es una poesía que se considera como tal incluso varias décadas después de sus primeras apariciones; no es, como leí por ahí, etnografía o sociología. Leídos casi cincuenta años después, sus versos no son versos cansados; su lengua no es una lengua gastada, aunque el sur de la ciudad y sus mejores productos publicitarios hayan hecho un pastiche para fingir el barrio, para impostarlo. Sus estructuras nos siguen sorprendiendo y nos parecen novedosas.
¿Y en qué está la sorpresa y la novedad? Dice Demetrio Estébanez Calderón en su Breve diccionario de términos literarios (2000) que una de las clasificaciones más elementales del verso establece una distinción entre verso rimado, verso blanco o suelto y verso libre (p. 530). Contrario a lo que pudiera pensarse, el verso libre si bien “prescinde de la rima, del cómputo silábico y aun del ritmo acentual, se centra en la consecución de un ritmo interno basado en ciertas recurrencias de orden lógico, repetición de palabras y estructuras sintácticas, paralelismos, simetrías, etc.” (p. 530). Es decir, sí hay verso y sí hay ritmo en Helí Ramírez y eso, para mí, es lo que sorprende; de hecho, es quizá este ritmo interno dado no solo por la sonoridad de las palabras, lo que llama nuestra atención desde el punto de vista formal. Esta discusión me gusta porque implica abstraernos del innegable valor documental de los poemas de Ramírez y pensar, ahora sí, en su forma, o lo que es más preciso, el contenido de su forma.
¿A qué deliberación del poeta obedece la ruptura con las formas clásicas, incluso con las estructuras y procedimientos que le son contemporáneas en la poesía? ¿A qué debemos la forma atípica pero renovadora de emplear los signos de puntuación? ¿Y las mayúsculas en algunos casos? ¿Y la apariencia “caligramática” de algunos textos? ¿Por qué la lengua de la poesía que le es contemporánea -y cuya síntesis está, quizás, en lo que publica por esos años la revista Acuarimántima- no le es suficiente a Helí Ramírez, a su escritura?
Las respuestas a esas preguntas explicarían bien por qué consideramos que la de Ramírez es poesía, sin adjetivos ni adscripciones geográficas, mucho menos de clase. A pesar de lo poco reeditado, de lo poco estudiado y criticado, no deja de inquietar que los versos de Ramírez sean citados de memoria por los algunos estudiantes de la Universidad de Antioquia, que sea Marta Quiñónez la que lo evoque en una entrevista con Víctor Gaviria, que sus poemarios circulen en PDF porque existen pocas ediciones físicas, que siempre haya quien lo recuerde en el momento de entrar en contacto con nuevos productos culturales de la ciudad, que al leerlo estemos siempre frente a una experiencia con el lenguaje que desajusta nuestras estructuras y las afecta para siempre.
*Además del texto de Villegas Restrepo citado en el comentario, recomiendo leer: "¿Qué se ha dicho sobre Helí?", un texto de David R. Herrera Castrillón
Hola. Tu atrevimiento es bueno. Veo que hiciste una lectura juiciosa. Te recomiendo golosina de sal y en la parte alta abajo. Y hay que creo se titula Para atrapar el cielo. A Helí le encantaba la antítesis. En mi clase de poesía le dedicaba varias sesiones.
ResponderEliminarGracias, querido profe. Tengo un PDF de Golosina de sal. Seguro, voy a explorar lo de la antítesis que usted menciona. Muchas gracias por tomarse el tiempo de leer.
EliminarDesajustar la forma escrita acusa desequilibrio. Universal, quién deseé la universalidad no puede pretender, mayormente, originalidad, ¿o sí?, LA PARROQUIA arrastra consigo la presencia viva de hábito y cultivo lector. Helí Ramírez, uno más para la lista de lectura.
ResponderEliminar