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Lo que no fue dicho, de José Zuleta Ortiz

Tengo que empezar este comentario haciendo una confesión: no sabía que José Zuleta Ortiz es hijo de Estanislao Zuleta y María del Rosario Ortiz. Una profesora muy querida me regaló la novela Lo que no fue dicho justo unos días después de la muerte de mi papá. Entendí este como un gesto de compasión -en el sentido de “sentir con el otro”- y, en pleno diciembre, me sumergí en la historia de José y su familia. Solo supe de Estanislao y María del Rosario cuando terminé la novela y leí la contratapa. Y me alegra que haya sido así. 


Siguiendo con mis confesiones, también admito que las primeras cien páginas de la novela, aunque de unos pasajes bellísimos -muy poéticos, pensaba-, me parecía inverosímil; no podía creer que en la vida de una familia confluyeran tantos hechos y personajes de la historia de Colombia en el siglo XX; tampoco se me hacía creíble que en una familia como la de José, con un padre intelectual y libertario, la crianza de los hijos se dejara a las tiranías del azar. Todo el tiempo tuve una resistencia a creer que un joven como José se largara de casa y tuviera que trabajar y vivir en condiciones tan difíciles. Sin embargo, todo adquirió sentido al leer las últimas dos líneas de la contratapa del libro. 


Pero hubo un quiebre en la lectura de este libro, animado tal vez por lo que estaba buscando en él: mi papá había muerto hacía unas semanas y yo buscaba algo en esta historia que me diera alguna idea que me ayudara a elaborar ese montón de sensaciones, recuerdos, palabras, suposiciones e incertidumbres que es la muerte de un ser querido. Eso llegó en el momento que José (narrador y personaje) narra la muerte de su padre y lo reconstruye en un perfil bellísimo del cual recuerdo, sobre todo, aquel que compone sobre las manos del papá. A partir de ese momento, mi atención sobre Lo que no fue dicho cambió: resalté más fragmentos, leí durante periodos de tiempo más largos, recuerdo haberme detenido muchas veces afectado por alguna frase... No cabe duda de que todo tenía que ver con la angustia que yo llevaba dentro, pero hay que reconocer que no cualquier escritura me hubiera llevado a ese grado de identificación, de conmoción (creo que no exagero al usar este término). 


Lo que no fue dicho reconstruye la historia de padre y madre lejanos. Cuando eso pasa, los hijos tenemos el reto, quizás la responsabilidad, de armar el recuerdo de esas vidas con muy pocos elementos. Armar el relato con el que vamos a recordar a nuestros padres parece ser el propósito de una parte de la vida de quienes les sobrevivimos. Esta es una tarea no solo difícil sino también triste, porque en esa reconstrucción sale a la luz lo que uno quisiera recordar y lo que uno quisiera no haber sabido para no recordar. Hay mucho de desencuentro en ese proceso. No obstante, el desencuentro también nos forma y ayuda a consolidar el relato. 



Ahora bien, no puedo decir que este libro es la historia del padre o de la muerte del padre; tampoco es solo la historia de José. También es la historia de la madre. De hecho, la motivación de la escritura de la novela es la muerte de la madre: durante su enfermedad, la madre de José (que ya es un escritor con trayectoria) le pide que la visite y escuche sus historias para que escriba un libro sobre su vida; José, que apenas la conoce, la escucha, graba y algo alcanza a escribir. Según un trato que hacen, una vez la madre cuente su historia José ha de contar la suya, lo que fue de su vida sin su mamá desde que era un niño. En el momento que corresponde a José contar su parte, tiene que interrumpir la visita a su mamá pues debe hacer un viaje. Días después, él en Europa, recibe un mensaje que dice que su mamá ha muerto: no alcanzó a contarle su parte, su historia. El libro es esa parte que indefectiblemente contiene las historias de padre y madre. 


Zuleta Ortiz toma decisiones formales muy interesantes, como la de narrar la historia de su madre en segunda persona. Aún no sé si eso la aleje o la acerque más, pero estoy seguro de que es una forma coherente con ese personaje y con su vida, y con el punto de vista que el narrador-hijo ha construido respecto de una madre tan lejana. Quizás el uso de esta segunda persona permita a Zuleta Ortiz materializar el respeto, el no juzgar, tal vez la comprensión que caracteriza todo el relato. A pesar de las circunstancias, la figura de la madre no es criticada ni juzgada; el autor nos permite acceder a ella en toda su humanidad: “Yo no te abandoné, te salvé de mí”, dice en alguna parte. 


Es posible que no hubiera leído este libro si mi papá no faltara. Esta lectura es una de las primeras cosas que hago y de las que ahora trato de aprender en un mundo que percibo distinto porque papá no está. Creo que la historia de Zuleta Ortiz ayuda a entender cosas de las que, quizás, yo no me he percatado. Aunque, sin duda, la más importante es el respeto por las decisiones del otro, padre y madre; decisiones que, finalmente, constituyeron su forma de responder a la vida, de hacer obra, y se convierten en el único insumo que nos queda para construir el recuerdo.       


Para María Isabel. Fue un gesto hermoso de su parte.

 

Comentarios

  1. Que bonito profe. Gracias por compartir 😍. Por permitirme reflexionar en torno al respeto que debemos tener por la vida de nuestros padres. Abrazos

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  2. Me conmovieron mucho estas palabras que alcanzan todo su significado porque el libro dejó de ser lejano par hablarte a vos, se convirtió en parte de tu intimidad en el duelo. Me parecen interesantes las reflexiones sobre los recuerdos como construcción, debe de haber mucho de eso en todos los hijos, muchas cosas que inventamos para hacernos más amable el pasado, menos doloroso. Me gusta que también nos contaras su aporte técnico porque incluso con el amor que le tenía a mi padre pocas veces lo tuteaba. Mejor dicho gracias Lea por estas palabras sobre el libro, sobre vos y sobre el papá.

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  3. Cómo siempre es un placer leerte y sentir que conversamos cuando lo hago. Muaaa

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  4. Gracias por compartir, por estas palabras que llegan sin esperarlas pero necesitando mucho de ellas, por la inquietud que me generas, por la sensibilidad de tu escritura que refleja tu ser, y especialmente por la invitación al respeto por los padres, asunto que a veces olvidó.
    Abrazos!

    Hija de Estanislao y María (casualidades...)

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