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Los poemas del viaje y los poemas del regreso, de Paula Andrea Marín Colorado

Querida Paula, es muy difícil escribir sobre poesía. Es muy difícil escribir sobre algo de poesía escrita por una amiga. Entonces he optado por escribir una carta sobre tu libro de poemas, como esas que uno lee en los periódicos del siglo XIX.    


Del amor como viaje me remitió al título de un texto clásico, a Montaigne tal vez. No pasé por alto el símil: el amor es como el viaje; y un viaje es, también, el regreso. De hecho, pensé, solo se logra tener una perspectiva clara del viaje en el momento que se realiza el regreso. Si no hay regreso el viaje deja de ser viaje y se convierte en otra cosa; entonces aparece esa complejidad: el viaje es un irse con la certeza de que hay que volver, y no se vuelve siendo la misma persona. Ahora bien, ¿no puede decirse lo mismo del amor? 




I Del viaje 


La primera parte del libro se llama “Del viaje” y está conformada por nueve poemas; cada poema lleva por título su primer verso. La dedicatoria “Aquí debería estar tu nombre” me reveló una ausencia a quien, conjeturé desde la ingenuidad del lector inexperto de poesía que soy, está dirigido el poemario. Más adelante me planteé preguntas como ¿Quién es el tú al que se refieren esos poemas? ¿Podría haberse escrito este libro sin ese tú? También me pregunté: si todo viaje tiene un propósito, un motivo ¿qué motiva el viaje? ¿la ausencia a la que está dedicado el libro? 


En la primera parte del poemario el viaje es huida, encuentro, descubrimiento y encrucijada; es familiaridad y extrañeza; es extrañar y no admitir aquello que se extraña. Curiosamente, los poemas “Del viaje” -me gusta llamarlos de esta manera- reiteran el recuerdo, el olvido, la memoria, la añoranza; si bien en el viaje se tiene otra vida, en el fondo se extraña la propia “este aquí que se resiste a ser / ahora”. Se trata de un yo que no logra ser presente pues no puede dejar atrás el recuerdo, esa es su imposibilidad; siempre habrá, parafraseando un verso, un relámpago de memoria atravesando el espacio.  


En ese contexto, historias que se pretenden nuevas atraen finalmente el recuerdo de quien no se ha olvidado, como se sugiere en el poema “Es fácil imaginarte por estas calles” en el que el amor se torna viaje en la perspectiva del otro, y el viaje se presenta como la constatación de lo que se extraña. Esta nostalgia aparece también en el poema “No volveré a la infancia” donde se revela el verso “escribo tu olvido”; digo que se revela pues interpreté este conjunto de poemas como un ejercicio de la memoria que implica necesariamente una batalla con lo que se quiere que dure para siempre y con lo que se quiere olvidar. El amor, pues, no es un viaje cualquiera ya que, en este caso, se emprende y se lleva a cabo llevando consigo el recuerdo.  


“Vete ahora / y déjame tu sombra”. La dureza del primer verso contrasta con la súplica del segundo. Los poemas “Del viaje” elaboran una y otra vez una contradicción aparente: al escribir el olvido se recuerda; huir de la ausencia es encontrarse con ella; el viaje es, también, retorno. Los poemas de esta primera parte del libro gozan de esa indefinición que, paradójicamente, se hace rasgo, elemento común, característica. El viaje que convencionalmente asociamos con la novedad, el aprendizaje y lo desconocido se presenta en los poemas de Paula Marín como un recordar, incluso en otra vida, como lo sugiere el poema con el que cierra la primera parte del libro.  


De alguna manera, en el amor como en el viaje el sentido se construye con el recuerdo de otros amores, de otros paisajes y experiencias. No iniciamos un viaje con la experiencia en blanco, ni pasamos por el amor sin el recuerdo de amores anteriores. A veces olvidamos eso y este libro nos lo recuerda. Pero, si en el viaje se recuerda y se extraña ¿Qué pasará en el regreso?   


II Del regreso 


Ya dije que no hay viaje sin regreso; cuando no hay regreso el viaje se convierte en otra cosa. Los poemas del regreso –me gusta llamarlos de esta manera- expresan, precisamente la transformación, la desilusión, el desencuentro y la aceptación de esa realidad que se creyó haber abandonado durante el viaje. En el regreso se puede percibir la “ausencia de ti mismo” del otro rumbo al desencanto; porque el tú por el que uno se pregunta en los poemas del viaje aparece nuevamente aquí, visto de manera transformada. 


En el regreso se enuncian certezas: “nada arrancará de mí / lo que acogí por elección” y “todo me pertenece”. Sin embargo, los regresos suelen estar llenos de preguntas cuando se ha viajado de verdad: “y me queda esto que no sé aún donde poner. / Me pregunto cómo ser hoy yo misma”. Luego del viaje, la vida sigue y ella misma se encarga de recordárnoslo, paradójicamente, con la manifestación de la muerte. Es lo que pensé al leer uno de los poemas más bellos de esta parte del libro, en el que definitivamente hay elementos autobiográficos y narrativos: “Fueron sus huesos pasados por el fuego, ahora en mis / manos”; “Es la risa que me asalta donde, por supuesto, está él”. Pero la muerte, en este caso la muerte del padre no es el fin.  


Como en un relato emocional resurge la decisión, el ímpetu con el que se decreta aquello que permanecerá, incluso luego del derrumbe de todo lo que representa la muerte y el fin del amor, de un amor: “Persistirán las agujas trabajando entre mis dedos”. En este punto del poemario comienza a emerger la claridad respecto de lo que queda cuando el viaje ha pasado y el regreso se torna nuevamente cotidianidad: “esta yo plena de espacio y de memoria que se mueve entre / la luz y los espejos / como en un jardín de agua”. Entonces cambia la conjugación de los verbos, se puede expresar el futuro, la posibilidad, el devenir, como se presenta en el poema “Pronto te traicionaré, madre”, donde las acciones daré, dejaré, taparé, apagaré y mostraré sirven de preámbulo a esta bella determinación: “Para que el amor comience, de nuevo”. 


En el contexto de este re comenzar es posible y necesario “Sonreírle al monstruo / invitarlo sin ambages a quedarse / a mostrarme el lugar de la primera herida / y cuidarla hasta el amanecer”. En el regreso, finalmente, hay la sensualidad y el erotismo del descubrimiento propio. El último poema, titulado “Se acaba el amor”, como el cierre de una historia, expresa la sentencia: “Se acaba / se muda el deseo”. Aunque la mudanza no siempre se hace a una morada y puede devenir en nuevo viaje. 


El libro cierra con un cuento del que no quiero hablar en este comentario. Quiero pensar que el libro está compuesto por “los poemas del viaje” y “los poemas del regreso”. El libro no necesita más. 


Algunos poemas de este libro en video, en la voz de la autora:

Tengo esto: https://www.youtube.com/watch?v=up4UKZOtU8M

En otra vida: https://m.youtube.com/watch?v=BniIyHurF-Q

Comentarios

  1. Amo las cartas, querido Leandro. Mil y mil gracias.

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  2. Gracias, Leo por esta reseña y por recomendarme el libro de Paula; muy pertinente, honesto y revelador.
    Me hizo pensar en el amor como viaje, en los viajes físicos, en los viajes de la imaginación y en el viaje de la vida que va seleccionando las maletas y los objetos y lo que ellos representan para el camino, eso es lo que somos: lo que llevamos, lo que damos, lo que traemos y lo que queda.

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  3. Querida, gracias a vos por tu tiempo. Espero que hayas disfrutado el libro, con toda seguridad es mejor que mi comentario. Un abrazo.

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