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Tinieblas adentro, "historias de muchachos" de Medellín

Los jóvenes han sido, por años, objetos de representación de la literatura y el cine en Medellín. Las décadas de 1980 y 1990 produjeron una representación de la juventud contaminada por el narcotráfico y cuanto problema derivó de ese tristemente célebre fenómeno. Eran jóvenes metidos hasta el cuello en las lógicas de esa realidad abrumadora de la que no podían huir, estaban atrapados y Medellín no les ofrecía otra alternativa. Son los jóvenes de Víctor Gaviria, Alonso Salazar, Fernando Vallejo, Jorge Franco, por sólo aventurar un posible canon reconocido por todos. 


Pasadas casi tres décadas, no es desfasado plantear si no una superación sí una transformación de esa representación. En la narrativa y el cine de la Medellín de lo que va del siglo XXI, si bien el narcotráfico respira en el fondo, no ocupa el primer plano; el interés de los creadores por los jóvenes se mantiene, aunque parece haber un reconocimiento de que su tragedia ha tomado nuevos matices; porque siempre habrá tragedia en la relación de los jóvenes con esta ciudad cuyo espíritu definieron muy bien los poetas Gonzalo Arango, Helí Ramírez y José Manuel Arango: “No son éstas, por cierto, / las formas de una tierra / llana y amable”. 


Ahora bien, también esta tragedia se desata en los márgenes; los jóvenes representados en los productos culturales recientes (me atrevo a decir que en la mayoría de los casos) tienen en común el origen popular, su contexto son los barrios de las lomas que rodean el centro y, si no es su contexto, algún contacto debe haber con él. Esa periferia sigue siendo el foco del interés, la mina, la materia prima, como si las élites y las clases medias y altas de este valle no albergaran tragedias; como si no fuera necesario ahondar también en su papel (responsabilidad) en lo que ha sido, es y será esta ciudad. Pero ya no es el “pillaje” lo que atrae, lo que seduce a autores y público, sino otra desazón, otra inconformidad, otra imposibilidad de los jóvenes para ser en esta ciudad de la que dijo Gonzalo Arango en 1963: “¡Oh, mi amada Medellín, ciudad que amo, en la que he sufrido, en la que tanto muero! Mi pensamiento se hizo trágico entre tus altas montañas, en la penumbra casta de tus parques, en tu loco afán de dinero”. 


Este es el horizonte desde el cual he leído Tinieblas adentro, novela de la escritora Gilma Montoya Gómez, ganadora de la Beca de creación en novela 2019. Fue publicada en 2022 por Sílaba Editores. Se trata de la historia de cuatro jóvenes (Sebas, Manuela, Jean Paul y Laura); sus cortas vidas en la ciudad de Medellín no son precisamente las de un alegre y divertido video de reguetón, de esos con los que se promociona esta ciudad de calles cool, moda y metro. Problemas con las drogas, la salud mental y la injusticia hacen que sus relatos confluyan en una situación límite en la que se manifiesta, precisamente, toda la ira y el resentimiento ante esta ciudad que les ahoga.  



La novela se compone de cinco partes: las primeras cuatro se refieren a la historia individual de cada personaje; en la quinta se juntan las historias en un suceso, en un gesto de rebeldía quizás justificada que recuerda gestos similares como la quema de llantas en la película Los reyes del mundo, de Laura Mora. Se trata de acciones que se llevan a cabo sin importar nada (familia, padres, religión...) de lo que antes constituían los referentes de esta sociedad antioqueña. Otro gesto, la necesidad de irse, de dejar la ciudad, aparece también en una película de 2016, Los nadie, de Juan Sebastián Mesa. Si para los jóvenes representados en el cine y la literatura de finales del siglo XX en Medellín el gesto era la muerte, su muerte, a la manera de una inmolación ofrendada al dinero, la droga y los narcos, para los personajes juveniles de las producciones actuales la manifestación de su hastío se da en su deseo de abandonar la ciudad (Los reyes, Los nadie, Tinieblas...) y los valores que dicen sostenerla. 


Me gusta pensar que una transformación así está ocurriendo; la veo en las películas que he mencionado, en la novela de Gilma Montoya; la veo en las letras de canciones, en el hip hop principalmente, donde el barrio aparece resignificado, poetizado, redescubierto en una realidad que no se agota en la violencia, aunque no la niega (mi ejemplo es Alcolirycoz). Lejos de despotricar contra una generación de creadores que leyó su momento con la desazón y la desesperanza propia de los 1980 y 1990, encuentro más sensato pensar en una estructura del sentir, en palabras de Raymond Williams, que se presenta con más claridad, no sólo en sus contenidos sino también en sus formas, personajes, situaciones, contextos, orientaciones, puntos de vista... 


Para finalizar, quiero sugerir una relación de la novela de Gilma Montoya con el libro Las cosas prestadas y otros cuentos, de Joaquín Arango. Intuyo orientaciones similares en esas “historias de muchachos”, aunque los de Arango aparezcan revestidos de cierta nostalgia. Quizás Montoya frecuente ciertos lugares comunes que me generen sospecha; sin embargo, quiero leer esos motivos recurrentes como una fase natural de esa transformación a la que me he referido.   

Comentarios

  1. Me quedo pensando un poco en que la resignificación de esos espacios (los barrios populares) desde adentro gana y tiene un sentido muy distinto para quienes viven o vivimos en esos lugares que se pierde —a veces poco a veces mucho— con la mirada exótica de quienes no dimensionan el alcance de esas transformaciones de tinte social. Curiosamente, la transformación y resignificación, a veces resultado de las (re)acciones producto del hastío cuando abandonar la ciudad no es posible ha llevado a que algunos de sus lugares pierdan la tranquilidad ganada debido a la atención que ganan, que termina por volverlos parte del paisaje de la ciudad que se debe visitar, pero donde nunca o rara vez —ello por dar el beneficio de la duda— hay una invitación a pensar los procesos de esos espacios y sus gentes.
    Ahora, no me quedó claro si los protagonistas de Tinieblas adentro, son de clase alta o de los barrios populares. Pero supongo que mejor así porque invita de manera indirecta a ir a la novela.

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    Respuestas
    1. No es precisamente a una clase adinerada a la que pertenecen estos muchachos que protagonizan la novela. No obstante, la perspectiva del barrio y de lo popular no es muy distinta de lo que ya conocemos. Aunque no sé si deba haber otra, si exista otra o por qué estoy exigiendo otra.

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