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No era una historia de amor

 ¿Por qué una novela que tiene como trasfondo la guerra (entendemos que la Segunda Guerra Mundial) hace consideraciones tan directas sobre civilizaciones primitivas y un tiempo en el que todas las culturas coincidían y compartían lenguas, costumbres, incluso deidades?

Esta lectura de La gaviota, esta vez leída en voz alta en el grupo de lectores de Sándor Márai en Facebook, no se centró tanto en la trama burguesa comúnmente utilizada en otras novelas del autor húngaro (un trío amoroso, un secreto y una muerte) ni en sus bellas reflexiones sobre el envejecimiento y la juventud, sino en un punto de vista sobre la guerra como obra humana, como destino tejido y destejido por los hombres durante generaciones, algo que retorna eternamente como alguien que muere pero no se olvida y regresa cada vez, y seduce, aunque haga daño. 

A diferencia de La Mujer Justa (novela posterior a La Gaviota), esta historia transcurre en el momento que la guerra está ocurriendo. Las noticias sobre pueblos devastados, las amenazas de un bombardeo conviven en un mismo momento con personas que van a la ópera y pretenden ignorar la ignominia que se vive a unos kilómetros del teatro. El alto funcionario ministerial, personaje principal de esta novela, sabe y teme la guerra que le pisa los talones en el momento que Ilona (recordemos que este es nombre de la esposa de Sándor Márai) llega a su vida como una gaviota que migra a un ambiente más amable para sobrevivir. Márai puede articular dos materias tan aparentemente disímiles: una historia de amor y traición, y una profunda reflexión sobre la Guerra que acabará, una vez más, con la civilización, con la cultura. Este es un tema que veremos ampliamente desarrollado en La mujer justa, especialmente en los monólogos segundo y tercero, en las menciones de Lázar, esa especie del álter ego de Márai.


Ili (Ilona, Única Ola, nombre que toma el personaje en la novela) puede interpretarse como una metáfora de la guerra: llega de forma inesperada y trastoca todo; remueve toda clase de sentimientos, incluso aquellos que constituían un secreto; introduce la pregunta sobre la inevitable degradación humana, sobre la muerte, la finitud de todo; pone en cuestión valores que se creían inamovibles; plantea preguntas sobre el origen, sobre el mito (es sorprendente cómo en esta novela las consideraciones sobre sociedades primitivas adquieren connotaciones antropológicas); reaviva la cuestión sobre la identidad de los pueblos y las personas (hay que recordar esa bella disertación sobre si son los cuerpos o las almas los que nos hacen únicos); y, al final, se va dejando atrás la incertidumbre y la inminencia de la tragedia. Entonces la que creíamos una historia de amor se torna planteamiento sobre la guerra. Ilona es el recurso que le permite al escritor traer su reflexión (antropológica, sociológica, histórica) sobre la guerra al terreno más personal, más íntimo.

Escrita en plena Segunda Guerra Mundial (la novela se publica por primera vez en 1942), La gaviota está impregnada de esa pesadumbre del escritor amenazado, del burgués que teme el fin de la cultura, o de lo que él considera la cultura. Por eso es importante el relato de Ilona sobre la destrucción de su casa en un bombardeo ocurrido años antes; para ella todo termina allí: paredes, muebles, recuerdos, personas, un perro, su historia familiar, su pasado. Luego de eso, debe migrar como las gaviotas y experimentar la angustia de no pertenecer; va de Francia a Hungría y se mimetiza con esos contextos, sin arraigo, sin cultura. Márai nos presenta esa situación como algo lamentable, quizás porque sabe que será eso lo que le espera a él y a su pueblo.

Me gusta admitir cuando una novela no coincide con la hipótesis que a veces me empeño en comprobar con su lectura. La Gaviota no podía ser una historia de amor, tampoco una historia sobre la amistad o la traición (aunque la llamada de Ili en casa del alto funcionario deje esa impresión); el mundo de ese momento no era el de Los rebeldes, tampoco el de El último encuentro. Quizás no hemos puesto la suficiente atención a estas obras “menores” de Márai. En ellas no sólo está la génesis de lo que veremos en una de sus novelas más conocidas (La mujer justa) sino también un posicionamiento muy claro sobre un momento histórico que el autor dejó explicitado en su obra autobiográfica (Confesiones de un burgués). Ha valido la pena volver a esta hermosa novela.     


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