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Como polvo en el viento, de Leonardo Padura

Cuando era niño llegué a entristecerme con las imágenes de los balseros cubanos que se proyectaban en los noticieros nacionales. Cuba fue durante esos años una representación de la pobreza, la tiranía y la injusticia que nuestros pobres medios de comunicación construyeron con todo el dramatismo y el morbo. En ese entonces imaginaba a toda esa gente en una noche en mar abierto; pensaba en los niños como yo, y me atormentaba la idea lejana de una isla calurosa, sin comida, sin leche, sin luz, en la que la gente estaba condenada a morir de hambre. Ese fue el relato de Cuba que mi imaginación de niño construyó y al que inevitablemente volví al leer Como polvo en el viento, de Leonardo Padura, así mi imagen de Cuba no visitada haya pasado por la romantización, la politización y hasta la decepción.

Pero quizás la representación de Cuba en esta novela de Padura no sea lo esencial, aunque sí determinante. Lo esencial son las vidas de las personas, la forma como ese fenómeno del que mi yo niño veía imágenes en los noticieros cambió para siempre los relatos de hombres y mujeres en un momento de sus vidas que, asume uno, ya nada podría cambiar (como si la vida no demostrara a diario que una historia completa puede cambiar al pasar una calle, chocarse con alguien o responder con un no). Y hay que decir que esas personas, hombres y mujeres, conformaban un grupo de amigos, un clan, y que la base de esta historia está dada por la dolorosa desintegración, como polvo en el viento, de ese grupo de amigos.


Para mí lo más valioso de la novela son los personajes que se tornan principales cada uno en su momento, tanto que siempre logré identificarme con rasgos y pensamientos de todos. Padura es un maestro en dotar a cada uno de sus personajes de gestos y palabras propias, les otorga un pasado, una visión del mundo inédita, también contradicciones y, por supuesto, sueños. Cada uno de ellos (Clara, Elisa, Horacio, Irving, Bernardo, Darío, Marcos, Adela, Ramsés… los recuerdo a todos como si fueran viejos conocidos) ofrece una perspectiva, un punto de vista, no sólo sobre Cuba sino sobre la vida en una situación límite como la emigración o el autoexilio; sobre esto tan complejo y la amistad. Porque debe proponerse que esta es una novela sobre la amistad, la verdadera, más que sobre la familia o el amor de pareja. 

Con lo fuerte que puede llegar a ser el detalle de las historias que se cruzan de manera tan precisa en la novela, los temas se tratan desde discursos tan diversos y de manera tan equilibrada que como resultado tenemos una obra dinámica, narrada con alegría, con humor en muchos momentos, y no por eso menos nostálgica y profunda, conmovedora a veces hasta el nudo en la garganta. Eso hace difícil encasillar la novela en la perspectiva de la denuncia, pero tampoco en la apología del ideario político de la Cuba anterior a 1990. Aprendemos mucho de ese contexto desde las distintas situaciones que se proponen para cada uno de los personajes. Sin embargo, uno se ve obligado a concluir que se está tratando con una versión de Cuba vista con los ojos de los hijos de quienes protagonizaron la revolución, una visión sincera y, por eso mismo, desilusionada, des romantizada, al menos desde el punto de vista político.

Aún sin romantizaciones Cuba aparece bellamente recordada en la novela; las noches en la terraza de una casa en la que se reúne un grupo de amigos; el calor o el frío según la época del año; las conversaciones llenas de chispa, humor negro y picardía; la sensualidad cotidiana; la música, el ron, la comida y el café. Y, lo más bellamente logrado, la imagen de un lugar que no se sabe bien si se quiere o se odia, si se extraña o no, pero que siempre va con los cubanos y los acompaña en sus nuevas tierras, en sus nuevas residencias que nunca llegan a sentir como propias. Además de la amistad, este es el otro asunto por el que creo que hay que conocer esta novela, es lo que nos une a ella.


Comentarios

  1. Maestro, los sentimientos del ser humano nos hacen libres no importan ideologías o posturas políticas. La amistad, cuando es sincera, ama la libertad del otro. Muy buena la imagen de cuando éramos niños y nos hicieron creer que el demonio vivía en una isla.

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  2. Así es y creo que eso se plantea en la novela. La amistad se pone por encima de las posturas políticas, aunque no se pierde de vista la dimensión política de amistad.

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