Siento algo de pudor al escribir sobre una novela de Isabel Allende; es como si estuviera revelando una vergüenza; una especie de salida del clóset. La razón: hace mucho tiempo, cuando empezaba la universidad, la profesora de un curso de literatura hizo algún comentario (y un gesto) sobre la escritora chilena y con eso tuve para asumir que no era buena escritora, que no hacía buena literatura. No había leído una sola línea escrita por Allende y ya la había condenado. Así también funciona la institución, hay que admitirlo.
Pero hace unos días mi hermana me regaló Inés del alma mía (2006); me había hablado de ella antes y yo seguramente no presté mucha atención porque se trataba de Isabel Allende, la condenada. Confieso que desconfié de la tapa del libro, de la imagen de una joven de espaldas vestida de rojo de frente al agua inmensa (supone uno el mar). No obstante, una vez comencé a leer a esa primera persona que se expresa allí en esas trescientas cincuenta páginas no quise parar y decidí acompañar las noches siguientes de dos semanas de esa historia que disfruté y critiqué, y de la que también aprendí.
La sola imagen de una mujer que atraviesa el mar para venir a América a conquistar tierras es ya muy interesante, al menos para mí. En un relato en el que han predominado las figuras masculinas (la crónica de Indias), como autores y como personajes, sorprende encontrarse con un alguien como Inés Suárez. Allende elige la crónica narrada en primera persona para presentarnos la vida de esta mujer que, en su vejez, le escribe y dicta la historia de su vida —en su sucesión temporal— a su hija adoptiva, Isabel. La novela es, pues, un gran enunciado femenino: una mujer escritora construye a una narradora que, a su vez, se dirige a una lectora. Nada de eso merece pasar desapercibido. Porque creo que la recepción de la novela sí hay que pensarla en ese marco dado por su contacto con el universo femenino.
A pesar de lo anterior, o tal vez precisamente por eso, estimo que la versión de Inés construida por Allende es demasiado idealizada; y está bien, me dirán, es literatura, lo sé. Pero creo que, por momentos eso compromete la verosimilitud del relato. Inés no me parece un personaje atractivo, matizado, creíble; al contrario, se torna plano. Salvo aquellos momentos en los que la invade la violencia propia del instinto de supervivencia que debió dominar sus días en un territorio con la muerte asechando en la forma de indígenas dispuestos a todo por no perder sus tierras, no hay mayores inquietudes o transformaciones en ella. Inés es un soporte para contar la historia de otros, tal vez un pretexto. A veces piensa, de manera un poco ingenua, como una mujer del siglo XX, y no estoy diciendo que en el siglo XVI no hubiera intelectualidades femeninas sorprendentes.
En todo caso, todos esos cuestionamientos anteriores justificaron la lectura de esa novela de la que aprendí sobre la conquista de Chile, sobre Pedro de Valdivia y sobre la bravura de los mapuches. Sí considero que hay que leerla, al menos para tener un personaje, una nueva visión y un nuevo relato de la Conquista; un relato que después de esta novela, al menos para mí, ya no pertenece exclusivamente a los varones.
Yo disfruté "La casa de los espíritus", y la recomiendo.
ResponderEliminarSé que Harold Bloom la acusó, igual que Roberto Bolaño... Sin embargo, creo que muchos "apocalípticos" se han dedicado a repetir estas acusaciones sin haberla leído (quizás olvidan que la crítica es una intermediaria que NO reemplaza la lectura).
Además, siento que muchos de estos lectores olvidan que leer también es divertirse y entretenerse.
Un saludo grande, profe Leandro.
Es un honor tener un comentario tuyo en este blog, Gustavo. Gracias por tomarte el tiempo de leer y escribir. Y gracias recordar esa función de la lectura: divertir y entretener.
EliminarEstimado Leandro, gracias por recordarme que antes de dar una opinión sobre un libro y/o autor primero hay que leerlo. Sentenciar una obra solo porque la academia lo dice es lo peor que uno puede hacer. Desde la historia también sucede lo mismo. Hay autores imprescindibles, pero que ya fueron tachados por sus posturas políticas, metodologías, perspectivas, escuelas, etc... Por último, también soy de los escépticos que tacharon a Allende por considerar su literatura como light. Saludos.
ResponderEliminarJuan Pablo, gracias por tomarte el tiempo de leer. La institución opera de formas no siempre claras (o casi nunca claras). Un abrazo desde Colombia.
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