El de Marcela es un punto de vista atento a los detalles cotidianos; es un punto de vista capaz de identificar el objeto, la palabra, el gesto o la combinación de todo esto para hacerlo memorable, quizás eterno, y bello en una pieza escrita.
Pienso que Marcela está muy atenta a los lenguajes —Brevemar viene, justamente, de esa como vocación suya a jugar con las palabras, con los modos, formas y recursos para decir— presentes en el día a día y que, con la distancia que da el paso del tiempo, el autoconocimiento y la ironía, tienden a convertirse en la parte que conduce un todo, a la manera de una sinécdoque: una caja de madera que contiene arequipe, una respuesta del señor alemán, unos pies rígidos, un olor del abuelo aparecido, la madre que corta las hojas de las matas.
Las narraciones de cada apartado se construyen a partir de algo sensible (que se pudo ver, tocar, oír u oler) y que se evocan como desentrañando lo que significan, como desentrañando un lenguaje que, para otros, podría pasar desapercibido. Marcela les da sentido en su relato y hace que cobren sentido para nosotros; porque lo que logra finalmente ese grado de intimidad es cercanía, identificación, participación en ese relato que resulta ser tan cercano al nuestro propio.
En este momento mi mamá está leyendo Brevemar.
Muy interesante
ResponderEliminarGracias por dedicar un poco de tu tiempo a leerlo.
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