Ir al contenido principal

Al terminar de leer La pájara

 ¿Por qué es que cantan esas cosas tan tristes cuando hay muertos? (p. 163)

Alba Lucía se refiere a su novela como La pájara, y a mí eso me suena como la necia, la inquieta, la rebelde, la que gorjea (trina) todo el tiempo… No sé si ella haya pensado en esa coincidencia alguna vez o si alguien haya establecido una relación similar con el carácter dinámico, abierto, móvil de esta novela.

Carátula de la tercera reimpresión de noviembre de 2020, Penguin Random House Grupo Editorial

Hace un año, en plena movilización del país contra los abusos del remedo de gobierno que ha sido la presidencia de Duque, el profesor Juan Esteban Villegas recordaba en sus redes sociales la pertinencia de La pájara para entender lo que estaba pasando como una continuidad de la historia de abuso, guerra, tortura y muerte en Colombia. El título me había interesado desde la época que reseñábamos obras para el Sistema de Información de la Literatura Colombiana pero nunca había encontrado una oportunidad para leerla. Con toda esa expectativa me fui a buscar la novela en una librería comercial con la sorpresa de encontrarla en una edición que no prometía mucho, a juzgar por esa fotografía de un cielo rojo sobre las cúpulas de la catedral primada de Bogotá.

Sin embargo, no inicié la lectura de la novela sino meses después y de manera muy lenta, a veces desmotivado, a veces regañándome por ser un lector mediocre, y dudando mucho de mi especialidad con la literatura. No ha sido pues una historia de éxitos persistir en la lectura de Ángel durante casi un año, y no me importa admitirlo en este comentario. Hay lecturas que me cuestan más que otras, y persisto en ellas para encontrar precisamente aquello que me desacomoda porque, tal vez, ahí esté el aprendizaje.

Es muy difícil asir La pájara pues es una cosa viva; sus personajes llegan, interrumpen la historia de otros y se van, sin advertirlo, para luego reaparecer. La narración de un suceso se corta cuando menos pensamos y se retoma otra que ya no recordamos quien había comenzado. Una imagen u objeto pueden dar lugar a una digresión tan extensa que te empuja fuera de la novela. Las conciencias fluyen, los monólogos y voces interiores se superponen en un caos que, sin embargo, se deja percibir lleno de belleza por las relaciones afortunadas con la propia memoria del lector, por las múltiples evocaciones que suscita. Aunque es difícil escuchar la voz que orquesta semejante polifonía, el conjunto resulta ser no sólo comprensible sino estéticamente sobrecogedor; ese viaje por imágenes, voces y pedazos de historias propician un relato de la violencia en Colombia (una de las tantas) en el que se combinan la ternura, la nostalgia y la crudeza sin ningún tipo de solapamientos. 

Los nombres de Ana, Julieta y Sabina han quedado en mi memoria no sólo porque son los que sobreviven a esa barahúnda de anécdotas, testimonios, confesiones, crónicas, documentos y pensamientos que se amalgaman en la novela de Ángel; he querido ver en esos personajes y sus voces la perspectiva desde la que visitamos o revisitamos el 9 de abril, la dictadura de Rojas Pinilla y el Frente Nacional, hechos que sirven de trasfondo a esa especie de historia de formación de una subjetividad femenina en el contexto convulso de la segunda mitad del siglo XX en Colombia. 

No encuentro desatinado proponer que la escritura de Ángel, en esta novela particularmente, es la manifestación, la toma de posición en palabras escritas, de una comprensión a la que llega una mujer sobre su situación en ese momento histórico, con los dolores propios que son distintos de los del siglo XIX, de la primera parte del siglo XX y de los que hemos vivido al comenzar el XXI. Desde la perspectiva de Ángel no es posible contar esta historia sino desde esta profusión de voces y discursos que nos envuelve bruscamente, nos lleva al pasado, nos sacude y nos devuelve al presente con una desazón que cuesta aceptar. Ese sacudón justifica la lectura de esta novela. 


Comentarios

  1. Leandro, buenísimo tu comentario sobre la novela de Alba Lucía. Tu aporte es valioso para las nuevas generaciones de lectores. Claro que creí lo ibas a hacer más extenso y detallado con partes propias de la novela. Bueno, es una manera de atraer lectores a este redil que parece, a veces, no crece. Gracias

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Querido profe, gracias por su comentario. Profe, me he propuesto hacer comentarios muy breves en el blog; provocaciones más que estudios de lo que leo. Me encantaría saber qué lectura ha hecho usted de semejante novela.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El profesor Jairo Ramírez Rico

La tarea consistía en escribir nuestra propia versión de la Divina comedia , luego de haber leído algunos cantos de la obra de Dante; una tarea más para los estudiantes de décimo, una oportunidad para un muchacho de quince años como yo en ese entonces, con una familia desmoronándose, con todas las dudas posibles sobre su sexualidad y con un deseo incomprensible de no querer estar más en el lugar que estaba. Mi tarea, como era de esperarse, se concentró en el infierno (recuerden que en la obra Dante pasa por el infierno, el purgatorio y el cielo); allí, en una clave que el profesor leyó a la perfección, pude poner toda la desazón y la incertidumbre que embargaba mi corazón adolescente y dramático. No recuerdo más de ese ejercicio, solo que tuvo mucho éxito y que, incluso, hubo dos compañeros que me pagaron para que escribiera sus propios infiernos. Hay quienes están dispuestos a pagar por eso y hay quienes queremos que nos paguen por hacerlo, lo aprendí muy temprano.  Jairo, el profesor

El pecado de la carne, de Andrés Delgado (un comentario)

No es sólo un libro de crónicas; es, también, un libro sobre la escritura, sobre la literatura, sobre la reportería. Existe en la historia del periodismo un momento en el que los redactores salen de las salas para buscar la noticia, el suceso atractivo, y con ello una forma distinta de contarlo, lo que muchos han llamado la voluntad de estilo. Creo que no es un desacierto ligar El pecado de la carne  (2023) a esa tradición. Incluso, hay que decir que es un libro que incluye crónicas (y otras formas no necesariamente periodísticas y no por eso ficcionales), pero que no tienen la urgencia ni la demanda del periodismo; la situación de producción de esta escritura es otra. No sé si Delgado se sienta periodista o no, pero estoy por creer que su interés no se agota en contar la noticia sino en vivir la experiencia para luego transmitirla de alguna manera, lo que no lo libra del morbo, del atractivo de lo sórdido, del exotismo, de un lugar de enunciación de los escritores aburguesados con re

Los poemas del viaje y los poemas del regreso, de Paula Andrea Marín Colorado

Querida Paula, es muy difícil escribir sobre poesía. Es muy difícil escribir sobre algo de poesía escrita por una amiga. Entonces he optado por escribir una carta sobre tu libro de poemas, como esas que uno lee en los periódicos del siglo XIX.     Del amor como viaje me remitió al título de un texto clásico, a Montaigne tal vez. No pasé por alto el símil: el amor es como el viaje; y un viaje es, también, el regreso. De hecho, pensé, solo se logra tener una perspectiva clara del viaje en el momento que se realiza el regreso. Si no hay regreso el viaje deja de ser viaje y se convierte en otra cosa; entonces aparece esa complejidad: el viaje es un irse con la certeza de que hay que volver, y no se vuelve siendo la misma persona. Ahora bien, ¿no puede decirse lo mismo del amor?  I Del viaje  La primera parte del libro se llama “Del viaje” y está conformada por nueve poemas; cada poema lleva por título su primer verso. La dedicatoria “Aquí debería estar tu nombre” me reveló una ausencia a