El camino a El Calvario estaba lleno de botellas de cerveza, basura, botellas de agua; entre más subía más aumentaba el olor a farra. Ya en la cima el hedor a cerveza seca se confundió con el de la parafina caliente. Velas y flores, pero también piedritas, billetes pequeños, carros y casas en miniatura, se le ofrecían a la Virgen de Copacabana que tiene un altar gigante en el tan famoso cerro, ubicado en ese pueblito boliviano.
Como todo buen templo religioso, en El Calvario hay un mercado. Todo lo que usted quiera pedirle a la Virgen, al Sol, a la Pacha Mama o a todos juntos se vende allí en miniaturas, como para que la divinidad tenga una idea muy clara de aquello que se le pide. Con decir que se venden miniaturas hasta de títulos académicos (licenciatura, maestría y doctorado). Además, el mercado ofrece piedras y amuletos de ricos colores y significados, aceites extraídos de diversas fuentes vegetales, inciensos de distinta procedencia, hierbas para diferentes usos y aplicaciones, y cerveza.
Al principio no entendía nada ¿Qué tiene que ver la cerveza con el el culto a una Virgen? Tuve que cruzar la cima del cerro, justo detrás del altar de la Virgen para entenderlo.
(Cima de El Calvario, lugar de peregrinación en Copacabana, Bolivia)
Escuché a un hombre que gritaba, unos escalones más abajo, de espaldas al Titicaca. Frente a él, una familia de bolivianos con los ojos cerrados y las manos en posición de oración respondía a las letanías del hombre que, apenas pude aproximarme, vi que accionaba de manera exagerada y tenía puesto su chullo. Entendí que se trataba de una especie de curandero o chamán.
Luego de escupir cerveza sobre un altar de hojas de coca y objetos varios de los que se venden en la cima del cerro, el hombre rezó un padre nuestro a todo pulmón y roció un líquido de pequeños tarros plásticos sobre los asistentes. Al final, todos aplaudieron y el hombre encendió unas mechas de pólvora que, al estallar, hicieron eco en el bello atardecer en el Lago.
(Ritual de familia boliviana en El Calvario, Copacabana, Bolivia)
Como pude, tomé una fotografía, mientras pensaba que lo que estaba presenciando no lo vive todo visitante de Copacabana.
Me senté en una de las piedras para ver el atardecer y, a lo lejos, escuchaba los gritos del hombre. Hablaba de un millón de dólares, de mucho dinero, del bienestar económico para la familia que participaba del ritual, de necesidades, tal vez de un carro nuevo. Vi que todos los presentes tomaron cerveza, más el curandero que ya se tambaleaba, ebrio.
En ese momento me percaté de que, unas piedras más abajo, una pareja de jóvenes tomaban cerveza y escuchaban reguetón desde su celular. Estuvieron allí durante toda aquella ceremonia como una profanación más.
Fragmento de mi diario de viaje a Bolivia, Enero de 2022.
(Vista del santuario de Copacabana, Bolivia, desde el camino a El Calvario)
Buenos días, Leandro. Muchas gracias por compartir. Leí el fragmento de su diario. Me ha gustado mucho la descripción, pues uno puede hacerse una imagen vívida de lo que observarte en el recorrido, de las prácticas culturales. Las palabras van guiando al lector como un caminante más de El calvario.
ResponderEliminarEl final no me lo esperaba y creo que es una muestra fiel de nuestra condición cultural latinoamericana actual: un mestizaje de prácticas y creencias que vienen de siglos atrás, al lado de una nueva forma de relacionarse con ese pasado, que no sé si sea buena o mala, es decir, no sé si sea una profanación más o si sea una forma en el que los tiempos se cruzan, se enredan, para dar paso a esa colorida simbiosis de estar en el mundo. Tal vez a las nuevas generaciones no les importe más que vivir el momento y no la fe de tener las cosas que garanticen un proyecto de vida. Bueno, no sé, me puso a pensar muchas cosas este breve y exquisito texto.
Es cierto, fue un momento en el que muchas épocas se cruzaron. Es como un cruce de muchas formas de ser latinoamericanos. Gracias por leer y compartir.
EliminarGenial ese diario de viaje. Tu escrito produce en uno la sensación de caminar es calvario. Me hizo pensar en los lugares de peregrinación nuestros, llenos de la misma mezcla entre lo sagrado y lo profano. Un abrazo y gracias por compartir tu diario y tu viaje.
ResponderEliminarGracias por la lectura y las palabras, apreciado Joaquín. Lo sagrado y lo profano parecen ser condición de nuestro mestizaje, de todo mestizaje.
EliminarProfe, muchas gracias por compartir esas vivencias tan maravillosas y con tanto detalle, inmediatamente me transporta a esas tierras llenas de historia y tradición.
ResponderEliminarGracias a vos por leer y compartir.
EliminarLa narración es una sublime representación cultural; aunque, ciertamente, las palabras limitan el sentido de la experiencia, no hay forma de describir la sensación que se manifiesta en el texto.
ResponderEliminarGracias por compartir.
"Las palabras, perras negras" decía un conocido escritor. Gracias por leer y compartir.
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