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Diario de una travesía - Teyuna

Esta historia comienza con un hombre de treinta y seis años que come un helado de café en una tarde de julio en el Parque Bolívar de Santa Marta.

El mismo hombre escribe en este momento desde un lugar de la Sierra Nevada de Santa Marta. Es la noche del diez y seis de julio de 2021. Hay muy poco para lo que este hombre ha creído que es “haber”. Pero este hombre se siente tan cerca de lo que ha querido ser tantas veces…

***

Anoche, alrededor del fuego, los dos Wiwa que nos guían nos contaron de su vida antigua y actual. Siento que accedo a un saber que no es para todos. Es una cierta forma de privilegio al que nos negamos en este país en que vivo.

Hoy desperté muy temprano; aún estaba oscuro. Los gallos, los pájaros, la niebla de la Sierra, las montañas, el traje blanco de los Wiwa Rafael y Saúl. Hay momentos en los que estás viviendo la vida que has querido, como la has querido y con las personas que la vida trae en esa especie de conspiración suya que apenas percibo con mayor claridad. La vida sencilla es, tal vez, la vida. Y siempre ha estado ahí. Es julio diez y siete de 2021.

***

Día dos del camino a Ciudad Perdida. La entrada a la tierra que los Wiwa consideran sagrada fue extraña, misteriosa. Viento fresco, brisa, ramas de muchos árboles en movimiento, hojas secas que caían, lianas como en un sueño. Sentí una alegría de esas que lo hacen llorar a uno, estaba emocionado, el pecho abierto. A pesar del calor y el cansancio, había un deseo de continuar. La felicidad está en el caminar, paso a paso, un paso a la vez, en silencio, para escucharse a uno mismo.

***

Saúl nos miró y saludó con timidez el primer día del recorrido. Es hijo de un Mamo de la Sierra Nevada de Santa Marta lo que, desde mi perspectiva, lo convierte en una especie de príncipe, alguien más cercano a una autoridad superior, no sé.

Escuchar a Saúl es como viajar en el tiempo, como recuperar la inocencia, como leer un mito.

En el mundo de Sául la divinidad, Dios, está en todas partes; habla de sabios y sabias que lo saben todo y que quieren seguir aprendiendo, a pesar de ser viejos e inmensamente sabios.

Nada en la vida de Saúl parece moverse sin el consentimiento de su autoridad espiritual, de su Dios, del Mamo que escucha, consulta y da respuestas. Nada de eso es cuestionado por Saúl: una mujer es para toda la vida, hay cosas que los hijos tienen que aprender, muchas preguntas tienen como respuesta “desde siempre ha sido así”; muchas cosas de las que habla no tienen palabras en el español entonces usa el wiwa a cada instante.

El mundo de Saúl tiene explicaciones y respuestas; es un mundo en el que Dios está y los hombres y las mujeres están con él, en todas partes; las montañas, las aves, el viento, el agua, la comida, la vivienda tienen una historia que las explica. Y Saúl cree que es así, no es necesario preguntar por más.

¿Será que la distancia de Dios, de la divinidad, del elemento sagrado que nos da respuestas, nos convierte en humanos inconformes e infelices?

Saúl ríe con nosotros, echa chistes, aprendió mi nombre y lo asocia con Leandro Díaz, come en nuestra mesa y esta tarde se bañó en el río con nosotros. Saúl vive.

***

El Mamo puso una manilla, un hilo, en mi mano derecha. No entendí nada de lo que dijo mientras hacía el nudo, pero su gesto, su salida de su casa para luego pararse en una piedra, como en una plataforma, la lluvia, todo eso sirvió para cerrar esa especie de ritual que fue haber llegado esta tarde a la Ciudad Perdida.

Una ciudad entre todas las montañas posibles. Piedras sobre piedras puestas hace cientos de años hasta conformar algo tan grande, sorprendente y sobrecogedor aún hoy, a los ojos de estos hombres contemporáneos alejados de la mano de Dios por decisión propia.

Antes de subir a Ciudad Perdida quise bañarme en el río. Cuatro cuencos de agua con mis manos, a la cara, se confundieron con los cuatro manotazos de agua que me daba antes, en medio de mi espera triste. Algo se cerró ahí. Me dispuse a caminar.

Un tucán afuera de la casa de los indígenas.

El fuego, las voces de todos agradeciendo.

La sabiduría de Saúl y Rafael.

***

Nueva vida, perdón, caminar, vida sencilla, agradecer, servir, escuchar. Esas son algunas de las palabras que han acompañado el caminar de estos últimos cuatro días. La vida es como el caminar, soy como el camino, como soy con la gente en el camino soy con la gente en la vida.

Anoche, frente al fuego, quise hablar y abrirme a quienes escuchaban. Hablé del propósito que me trajo hasta aquí, a la Sierra, de algo muy difícil que había pasado en mi vida y de lo importante que ha sido este caminar acompañado. Si quiero verlo así, muchas cosas que no puedo explicar racionalmente han pasado en estos días; a veces solo hay que querer ver de una determinada manera para que la vida adquiera un sentido diferente. Los Wiwa han contribuido mucho a eso en estos días. Este camino ha sido otro y será gracias a ellos. La serenidad de Chimaco (Rafael), el humor y practicidad, sentido común de Saúl. La sabiduría de ambos. Sus palabras sencillas han llenado de sentido esta travesía. Así acompañada la travesía a la Ciudad Perdida puede ser la oportunidad de encontrarse, de encontrar (en infinitivo).



Es el momento en que todos hablamos de enseñanzas de la travesía (así he querido llamarla) a la Ciudad Perdida. Quisiera hablar de las mías que, muy seguramente, están inspiradas en las de otros.

No es lo mismo caminar, viajar, compartir y convivir a los treinta y seis años que a los veinte; con toda la humildad del caso, creo que cierta comprensión sobre uno mismo y sobre los demás se va formando y, a veces, eso hace del estar algo más sincero. Ya no nos anima la pose ni el quedar bien, tampoco perpetuar una autoimagen de lo que no soy. Al contrario, cada vez, aunque con timidez, esto que soy ahora sale a flote, al día a día, con más tranquilidad. Si bien la vida es un teatro, es bueno saber las máscaras que usamos, tal vez eso revele algo de nosotros mismos.

Algo de eso he aprendido en esta travesía:

Apreciar mi propio ritmo.

Valorar y querer y agradecer por mi cuerpo.

La idea de que todo lo pasado, que es pasado, me ha traído hasta este bello momento en el que escribo este diario.

Aquello de un paso a la vez… Y de que un paso a la vez nos permite conquistar una montaña.

El tesoro que hay en las cosas sencillas: una sandía en la mitad del camino; un compañero que te pregunta cómo vas; un tramo para caminar solo y escuchar el viento, las ramas que se mueven, los pájaros; el sonido del propio pisar, de la propia respiración agitada pero agradecida; el escribir para afinar el sentido, para “amarrar” la experiencia y, al tiempo, para dejarla ir hecha palabra. 


Santa Marta, julio 21 de 2021.


Comentarios

  1. Gracias por la bella simplicidad. Sensibilidad no alcanzada por muchos.

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  2. Muy bello Lea. Celebro contigo "un día a la vez".

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  3. Leo, gracias por compartir con nosotros tu experiencia, qué bello y profundo lo que nos cuentas.

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    1. Gracias a vos por tomarte el tiempo de leerlo y comentarlo. Un abrazo.

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  4. Leandro! Energías lindas de este caminar y tu!!! Gracias por compartirte y por plasmar este sendero hacia lo desconocido de nuestro interior en letras. Te abrazo.

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    1. A vos gracias por propiciar la experiencia y por dedicar un tiempo a leer la entrada. Un abrazo.

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  5. Wowwww que ganas me dan de ir!
    Que experiencia tan bella Leo, tan mágico reconectarse con todos esos saberes ancestrales y propios, todas esas energías míticas y misteriosas que nos da el andar, y más en ése territorio! 😍
    Me ha gustado mucho leerte, leer tu experiencia, gracias por compartir ❣️

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    1. Ánimo, Joha. Lo vas a hacer. Un abrazo y gracias por tu tiempo.

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  6. Leandro, que bonito escribes, poesia hecha palabra. Me evoca todo lo vivido, fue como repasarlo otra vez, Gracias!!!!! 🌿🌱💚✨🙏🏽✨Un abrazo fraterno.

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    1. Si lograste repasarlo otra vez, entonces justifica cargar la libreta. Gracias por tu tiempo.

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  7. Leandro, qué pensares, sentires y vivires tan bien escritos, tan interiorizados, tan elucubrados. Me encantó estar por ahí a tus alrededores; se sentían cosas, cosas bonitas e omportantes. Gracias.

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    1. Bello tu comentario, sobre todo por ese "se sentían cosas, cosas bonitas". Todas las gracias.

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  8. Qué bonito poder sentir esa experiencia que viviste, gracias por compartirla.

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