El camino a El Calvario estaba lleno de botellas de cerveza, basura, botellas de agua; entre más subía más aumentaba el olor a farra . Ya en la cima el hedor a cerveza seca se confundió con el de la parafina caliente. Velas y flores, pero también piedritas, billetes pequeños, carros y casas en miniatura, se le ofrecían a la Virgen de Copacabana que tiene un altar gigante en el tan famoso cerro, ubicado en ese pueblito boliviano. Como todo buen templo religioso, en El Calvario hay un mercado. Todo lo que usted quiera pedirle a la Virgen, al Sol, a la Pacha Mama o a todos juntos se vende allí en miniaturas, como para que la divinidad tenga una idea muy clara de aquello que se le pide. Con decir que se venden miniaturas hasta de títulos académicos (licenciatura, maestría y doctorado). Además, el mercado ofrece piedras y amuletos de ricos colores y significados, aceites extraídos de diversas fuentes vegetales, inciensos de distinta procedencia, hierbas para diferentes usos y aplicacio...